El ser humano se maneja a nivel emocional en base a 3 necesidades básicas:
ser mirado, ser tocado y ser escuchado.
En estos tres elementos, converge el miedo profundo a la “invisibilidad”: el no existir para esas personas, que para la individuo son significativos. El temor a transcurrir en el diario devenir, sin un contacto visual sentido, sin una palabra o sin un gesto intencionado que provenga de terceros.
En el niño estas necesidades están centradas en los padres (o con asombrosa frecuencia, en abuelos con roles de padres), adultos saturados por el peso de las responsabilidades económicas, y quizás poco entrenados para la paternidad. Todo esto dispara ocasionalmente en el niño, el temor a ser ignorado , respondiendo con comportamientos que generan de manera negativa el que sea “mirado” (con fiereza o fastidio), que le hablen (de manera airada y ofuscada) y que lo toquen (al sacudirlo o darle un “tatequieto”)
Estos escenarios se mantienen a través de la adolescencia, la adultez y la ancianidad, solo cambian los actores que son considerados significantes para cada persona, y cambian los mecanismos que se utilizan para buscar satisfacer, el no ser ignorados, el no pasar desapercibidos, el no ser invisibles.
Geraima Espinoza