martes, 13 de agosto de 2013


BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN EN EL TDAH
La mayoría de los seres humanos experimentamos cierta frustración cada día, ya que es natural que los obstáculos interfieran en nuestros planes y objetivos. Sin embargo, no es la presencia de la frustración la que nos hace sentir mal, sino nuestra actitud hacia ella.

Hasta hace muy poco, se mantenía el concepto de que la frustración era negativa para los niños y que, por lo tanto, todo lo que se hiciera para evitarla era altamente recomendable.
Por el contrario, hoy en día se considera que es necesario algún nivel de frustración para la formación del carácter en el contexto de un crecimiento emocional sano, que permita un manejo asertivo de la realidad adulta. 

¿QUÉ ES LA FRUSTRACIÓN?

Se refiere a la vivencia emocional ante una situación en la que un deseo, un proyecto o una necesidad no se satisface o no se cumple.

Cuando decimos que una persona tiene tolerancia a la frustración, internamente lo que tiene es un grado de fortaleza y cierto equilibrio interior que le permite continuar desarrollándose, a pesar de la frustración,  y utiliza recursos emocionales propios para aceptar el hecho, manteniendo una posición positiva y activa en relación con las circunstancias del entorno. De esta manera, necesitará de una frustración muy alta para que se muestre o descargue agresividad hacia fuera o hacia sí mismo (autoagresión), se asuste o se deprima.

Así, cuando decimos que un niño/a tiene baja tolerancia a la frustración ante una situación mínima o pequeña, se asusta, se enfada y se muestra hostil, se pone triste o se desmotiva en su trabajo.

Algunos niños/as tienden a desanimarse pronto y, cuando se les obliga, reaccionan con comportamientos desadaptativos: llantos, rebelión, negativismo, etc. Pueden adoptar una postura de total negativismo hacia el trabajo escolar, rebelándose frente a la autoridad del maestro/a. Otros niños/as expresan su rabia encerrándose en sí mismos, estrujando los papeles, rompiéndolos o mostrando una actitud mucho más agresiva. El colegio debe ser un lugar estimulante y el aprendizaje debe ser un proceso positivo, no un generador de grandes presiones. Sin embargo, cuando las expectativas de la escuela no están sincronizadas con las aptitudes del escolar, o cuando un niño/a que normalmente se las arregla bien muestra signos de frustración, significa que algo está interfiriendo.

La forma en la que el niño/a percibe esa frustración, incrementada en ocasiones por la presión que se ejerce sobre el niño/a, es la que determinará el nivel de insatisfacción. El problema nace de nuestra actitud ante la frustración, no de la presencia de la frustración en sí. La forma en la que el niño perciba esta frustración es la que va a determinar cómo va a sentirse cuando se encuentre bloqueado al querer alcanzar esa meta. Sin embargo, recordemos que los niños/as con TDAH tienen muchas experiencias de fracaso a lo largo del día. Aunque, si en el seno familiar, evitamos al niño/a todas las situaciones de insatisfacción, el niño/a no tendrá el entrenamiento necesario para manejar la frustración y bastará la mínima experiencia frustrante para sentirse desbordado.

Lo positivo es que se puede enseñar al niño/a a controlar y a tener una respuesta más adecuada ante situaciones que habitualmente le producen esa frustración. Se puede aprender a tolerar mayores retrasos en el deseo y en la gratificación del mismo, esto es, la sensación placentera que surge cuando lo conseguimos. Cuando un padre o madre corre a darle al niño/a inmediatamente lo que demanda, está interfiriendo con un muy importante proceso de aprendizaje, que es aprender a retrasar la gratificación, tolerando la frustración.

Lo negativo es que los niños, niñas y adolescentes con TDAH tienen una dificultad para inhibir y regular sus emociones, y las viven de manera sobredimensionada. Lo mismo ocurre con la frustración, manifestándola al exterior y con mucha intensidad cuando las cosas no salen como esperaban. Además, por su déficit en dopamina, no gestionan bien el tiempo: la espera y la demora. Por ello, necesitan que las consecuencias sean inmediatas, sobre todo las gratificantes, rechazando su demora, aunque consiguieran premios mayores si esperaran. Estos niños/as tardarán más tiempo en aprender a manejar la frustración, pero debemos entrenarles.
Si cada vez que encuentran un obstáculo hacia una meta, se les anima a manejar la situación por ellos mismos, y permanecemos vigilantes para enseñarles cómo hacerlo si no lo consiguen, se les está ayudando a desarrollar la tolerancia. Además también se les enseña a postergar la gratificación inmediata y a poder conseguir una meta a largo plazo. 
CUESTIONES A TENER EN CUENTA 
  • ¿Tiene el niño/a un horario demasiado repleto? Examine las tareas que realiza, para determinar si le permite recuperarse de una tarea a otra.
  • ¿Es el niño/a demasiado perfeccionista? Algunos tienen objetivos poco razonables; otros no saben pedir ayuda o tienen miedo a pedirla.
  • ¿Puede el niño/a identificar su frustración? Si no comprende qué le está afectando, el maestro/la familia deberá mostrarle cómo identificar sus sentimientos y cómo expresarlos de manera apropiada.
  • ¿Estamos exigiéndole demasiado? Debemos tener en cuenta sus capacidades.
  • ¿Tiene el niño oportunidades para el éxito? Alterne tareas difíciles para el niño con otras más fáciles que le hagan obtener éxito seguro.

RECOMENDACIONES GENERALES
  • Ser un buen ejemplo en casa. Si en casa ve conductas similares seguirá con el mismo patrón de comportamiento. Los niños aprenden a imitar lo que ven en casa.
  • Enseñarle a identificar el sentimiento de frustracióncuando aparezca. “Estás enfadado porque no has hecho bien esta resta. Intenta hacer otra, tómate más tiempo”.
  • Empezar con pequeños pasos, con metas pequeñas. Esto le animará a seguir superándose. Además, hay que ser paciente…
  • Dejar que el niño/a haga el esfuerzo y lo intente por sí mismo. Fomentar la autonomía del niño/a en la resolución de problemas, ayudándole en la medida de lo posible, pero propiciando autonomía en el afrontamiento con la realidad.
  • Enseñarle a pedir ayuda. Mientras algunos niños/as, por diferentes motivos, tienen dificultad para pedir ayuda, otros/as la piden de inmediato y reiteradamente. Debemos enseñar al niño/a a encontrar primero la solución, planteando, de manera muy sencilla, las diferentes opciones y eligiendo la que considere más adecuada según las posibles consecuencias. Ya sabemos la dificultad que tienen los niños y niñas con TDAH para prever las consecuencias y para clasificar los elementos siguiendo el criterio de importancia pero, por esa razón, debemos entrenarles en estas situaciones, haciendo que sigan un cuadro de autoinstrucciones. Teniendo en cuenta que tienen estas dificultades, debemos enseñarles también a pedir ayuda y a esquivar, en la medida de lo posible, esa frustración: “¿Qué podrías hacer en lugar de enfadarte o de abandonar?”.
  • Modificar la tarea. Enseñarle una forma alternativa de alcanzar el objetivo. Cuando sea posible, enseñarle a dividir la tarea en pequeñas partes, realizándolas de una en una. Las partes más pequeñas les resultan más fáciles de manejar y de finalizar, aumentando su autoestima por los logros conseguidos.
  • Reforzar al niño/a cuando se acerque a “tolerar la situación”; aunque no lo consiga, reforzar el intento. Elogiarlo cuando utilice estrategias apropiadas. Establecer un sistema de recompensas para reforzarlo. Ignorar cuando aparezcan comportamientos de baja tolerancia a la frustración.
  • Reforzarle en las actividades que se le dan bien, para aumentar su autoestima al comprobar que también puede conseguir logros. Minimizar las tareas menos importantes en las que es más torpe.
  • Ayudar al niño/a a aceptar lo que no puede cambiarse.
  • Enseñarle a aceptar las críticas de los demás (de los compañeros del colegio, sus hermanos, etc.) explicarle que le ayudan a mejorar; como ocurre en el cuento del “Patito feo”, todos tenemos la posibilidad de convertirnos en cisne.
  • Jugar al role playing. La traducción literal de “role playing” es juego de interpretación de papeles. En esta dramatización se simula la situación y sus objetivos son la resolución de conflictos y la toma de decisiones, entre otros asuntos. En este caso, se representa la situación frustrante como si fuera real, planteando las diferentes opciones para solucionarlo.  Debemos animarle a que hable consigo mismo, en voz alta, de forma positiva, y a que busque una manera de resolver la situación.
  • Reforzar su identidad. Cada persona es diferente y ser distinto no significa ser peor. Esto es especialmente importante en el colegio si no se siente aceptado por sus compañeros/as..
  • Fomentar las técnicas de relajación para niños/as, ya que son útiles para disminuir las situaciones de frustración en la infancia.
  • Poner reglas y mantener la autoridad. Los niños necesitan límites claros, firmes y coherentes por parte del padre y de la madre, y de sus profesores/as. Un niño sin límites es un niño frustrado y descentrado. Para afianzar su personalidad necesita  saber qué se espera de él en cada momento.

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